viernes, 15 de junio de 2007

La templanza















Hasta la más fría piedra y el más eterno de los metales tienen vida; nada puede permanecer inmutable al movimiento de las energías de la creación. Para restaurar la armonía cuando la hemos perdido, debemos abrir el corazón y la mente conforme a los ritmos naturales que rigen nuestra existencia. En ocasiones es necesario pedir ayuda y protección a alguien que nos guíe en el proceso alquímico de transformar las viejas heridas para incorporarlas en su justa medida a la experiencia acumulada en la vida. No existen tesoros que pertenezcan a un sólo hombre, están ocultos solo para aquellos que logran ver por sobre las medidas humanas, los descubran y los entreguen generosamente a todos los que los necesitan. Cada vez que regalamos algo preciado, estamos transformando la dureza de nuestro mundo interno y dando calor a la frialdad de lo que puede rodearnos afuera.

Que mejor ejemplo el recordar El Príncipe Feliz de Oscar Wilde. El príncipe, es una estatua que recuerda la gloria de un hombre y conoce a una golondrina en busca del amor. Ambos deciden unir sus vidas para ayudar a los solos o postergados. Su unión restaura una energía rota por el hombre, ambos estaban dispuestos a desprenderse de toda conveniencia hasta morir, y eso los hizo ser eternos. Dios le pidió a un ángel que le trajese lo más bello en la tierra, el ángel encontró un corazón de metal y a una golondrina muerta y se los llevo al Señor al cielo.

Mabelle

1 comentario:

Jorge Román dijo...

Querida Mabel:

Su blog está casi perfecto. Le faltó la moderación de comentarios... Eso le bajará un poco la nota.

Cariños,

Jorge